“Mande vuestra Señoría al Gran Capitán que se siente aquí; que quien a reyes vence con reyes merece sentarse y él es tan honrado como cualquier Rey”.
Así dice la leyenda que Luis XII, el rey francés, solicitó a Fernando el Católico de Aragón la presencia de Don Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar.
Ya entonces, hasta sus enemigos reconocían la valía de este formidable negociador y militar castellano al servicio de los Reyes Católicos, que creó las bases de los futuros tercios, que dominaron Europa durante 150 años, y que hoy da nombre a uno de los tercios de la legión española en Melilla.
Don Gonzalo Fernández de Córdoba nació en Montilla, Córdoba, en 1453.
Desde joven mostró su lealtad a Isabel frente a Juana la Beltraneja en su enfrentamiento por la corona de Castilla.
Participó en la conquista de Granada como militar, y luego como diplomático, encabezando las negociaciaciones de la capitulación del rey Boabdil, del que era gran amigo.
La verdadera notoriedad le llegará en Italia, cuando acuda para defender los intereses de Fernando el Católico sobre el reino de Nápoles, ocupado por el rey francés Carlos VIII.
Allí, mostrando su ingenio, Don Gonzalo dará relevancia a la infantería y los arcabuceros. Sus tropas tomarán la ciudad de Atella y, desde entonces, le llamarán El Gran Capitán.
A continuación, el papa Alejandro VI le pidió que liberase el puerto de Ostia del corsario Menaldo Guerra, que luchaba para los franceses y a quien hizo prisionero.
Volverá a Italia para dirigir las tropas frente a los otomanos en las costas griegas.
Y poco después, se enfrentará al ejército del nuevo rey francés, Luis XII, que deseaba conquistar el Reino de Nápoles.
Pese a su inferioridad numérica, nuestro estratega se impondrá en la batalla de Ceriñola, con García de Paredes y Pizarro, el padre del conquistador, al mando de la infantería.
Finalmente, tras la campaña de Garellano, todo el Reino de Nápoles pasará completamente a la Corona de Aragón, y el Gran Capitán será su virrey.
Hoy en día hablamos de “las cuentas del Gran Capitán”, en recuerdo de la irónica respuesta que dio a Fernando de Aragón cuando auditó las cuentas de quien había conquistado un reino para él.
Tras multitud de títulos nobiliarios, fue nombrado alcalde de Loja
Y fallecerá en Granada, siendo enterrado, con el permiso de Carlos V, en el monasterio de San Jerónimo de esta ciudad.